Formosa es parte de proyecto que respalda a la biotecnología para combatir el picudo.

Un relevante proyecto científico a fin de desarrollar biotecnología de avanzada para combatir al pico del algodón, es financiado por Formosa junto a otras tres provincias algodoneras como Santa Fe, Santiago del Estero y Chaco junto al INTA.

Informes nacionales como el que se publicara días atrás en el diario Clarín dan cuenta de que los científicos criaron al insecto en el laboratorio con una dieta controlada; le sacaron el intestino medio (lugar donde absorbe los nutrientes de las plantas), y de allí extrajeron la información del genoma funcional del picudo.
Explican que cuando el picudo algodonero, esa plaga tan temida, meta el pico en el capullo para alimentarse, será una de sus últimas andanzas porque morirá de inanición si las pruebas con plantas transgénicas logran superar todos los ensayos que exigen las normativas vigentes. "Estamos bastante optimistas de que puede funcionar la estrategia que diseñamos para combatir este insecto", subraya el doctor Esteban Hopp, profesor de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (FCEyN-UBA) e investigador del INTA.
Esta iniciativa que es parte del proyecto financiado por los gobiernos de Formosa, Santiago del Estero, Santa Fe y Chaco, junto con el INTA, tiene como "objetivo final el de desarrollar biotecnología para el pequeño agricultor ya que le resulta muy difícil combatir este insecto que desde hace diez o quince años ingresó al país y hace estragos". Incluso expuso Hopp que "aun para los grandes productores el hecho de aplicar insecticidas encarece tanto la producción de algodón que lo hace poco viable desde el punto de vista económico".
¿Cómo combatir este ser diminuto que causa pérdidas millonarias? "La forma de poder encarar una resistencia a este insecto que sea sustentable y no implique el uso de insecticidas es a través del diseño de plantas transgénicas, pero con estrategias distintas a las convencionales", puntualiza el especialista del Departamento de Fisiología, Biología Molecular y Celular de FCEyN-UBA.
El primer paso fue conocer un poco más de este coleóptero, denominado Anthonomus grandis . "Si queremos atacar el producto de un gen específico que afecte al picudo, lo primero que se debe hacer es conocer el genoma de este insecto", plantea. Enseguida, Hopp explica que la falta de información se debía a que los grandes productores algodoneros de los Estados Unidos no se ven afectados por su accionar y, por lo tanto, no destinan fondos para su investigación. En cambio, en la Argentina y en otros países de Sudamérica, se ha convertido en un problema.

Económico y sustentable

Si los algodoneros son sus platos predilectos, la consigna era que junto con los nutrientes, los insectos hallen en los capullos elementos que impidan la digestión de ese alimento, debilitándolos hasta causarles la muerte. ¿Qué hicieron para lograrlo? "Tomamos el picudo y lo criamos en condiciones artificiales de laboratorio, con una dieta controlada. Le sacamos el intestino medio, el lugar donde absorbe los nutrientes de la planta que se come. De ese tejido extrajimos el ARN mensajero (que lleva las instrucciones para poner en la práctica la información genética contenida en el ADN). Mandamos a secuenciar ese ARN mensajero, para tener un panorama de todo lo que está funcionando en las células del intestino medio. Por primera vez, -subraya- obtuvimos información del genoma funcional del picudo."
Un párrafo aparte merece la estrategia diferente usada por este equipo, a cargo de Esteban Hopp, Alicia Sciocco y Ricardo Salvador. Ellos, en vez de enfocarse en el ADN como es lo habitual, lo hicieron en el ARN. "En los últimos años se descubrió cómo regular la degradación del ARN para silenciarlo, es decir, programar cuánto tiempo vive antes de que se degrade", compara este especialista en biología molecular.
Por un lado, el equipo logró detalles de los genes expresados en el intestino del picudo, sitio clave por donde absorbe los alimentos. Por otra parte, detectó aquellos que podían ser interferidos a través de su ARN para que no logren digerir los nutrientes. "Acá atacamos al mensajero, el ARN", dice y renglón seguido explica cómo lo llevaron a la práctica. "Debimos diseñar una construcción genética para ser expresada en la planta, pero que induzca la degradación del ARN mensajero específico de un gen esencial de la especie plaga, y que no afecte a la planta o a otras especies benéficas".
04-06-2012 | Cargada en Fsa. en Marcha - Fuente: Subsecretaría de Comunicación Social