Originariamente,
mito significa
narración popular, leyenda o cuento fabuloso que
refiere la actuación memorable y fascinante de personajes
encantados y extraordinarios. Es el relato de una historia
recibida oralmente de generación en generación
con los matices propios de la profusa imaginería
popular. Es esta la definición científica
de un fenómeno cultural que, a mi juicio, va mucho
mas allá, por su gran predicamento en el pueblo a
cuya vida está incorporado definitivamente.
En el área guaranítica
los mitos y leyendas tienen, en el espíritu de la
gente, yo diría, la misma preponderancia que la creencia
religiosa. Así como a San Cayetano le hacen promesas
por trabajo, al pombero le dejan caña y cigarros
para que proteja la casa; a San Juan le brindan ofrendas
ligadas al fuego para recibir alguna gracia, al Caraí
Octubre lo aguardan con el locro “yopará”
para que otorgue abundancia durante el mes mas bravo.
Personalmente,
he escuchado narraciones fascinante sobre el pombero, la
póra y el yacî yateré, con total convencimiento
del relator, que ante el menor cuestionamiento que yo le
hacía, tajantemente me reafirmaba su versión
sin admitir ni un atisbo de duda. Estos ejemplos confirman
claramente lo antes expuesto: la seguridad de la gente de
la existencia de genios sobrenaturales capaces de hacer
el bien al mismo nivel de poder que los santos tradicionales
de la Iglesia Católica.
Y
aquí aparece otra arista
de la fe popular: el santoral profano, la devoción
de personas que vivieron vidas azarosas y murieron violentamente.
A ellos se los consideran milagrosos y sus tumbas son verdaderos
santuarios donde se depositan los testimonios de la veneración
popular.
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En
los sepulcros del “Gauchito Gil”,
“Bairoleto”, “El Gaucho Lega” y mas cercanos
a los formoseños “Capote`í y “Curuzú
La Novia”, se encuentran desde placas, velas y ponchos hasta
vestidos de novias, muletas y armas; tributos a promesas hechas
por los creyentes.
Pero
las creencias
y supersticiones ancestrales del hombre no lo alejan de los Santos
Canonizados por el vaticano y menos aún hacerlo renegar
de su amor a Dios, por el contrario están presente en cada
momento de su vida. Por ejemplo: si por la noche escuchó
aullidos de perros, piensa que es el “lobisón”,
y de inmediato hace la Santa Señal de la Cruz, que es el
“payé guazú”, el talismán sagrado
contra lo maléfico. Si creyó oír o ver un
“alma en pena” o “póra”, la oración
afluye instantáneamente a sus labios, lo mismo si la gallina
cantó o cayó del “dormidero”, o escucho
el chistido del “Suindá”, que según
la creencia popular y secular son presagios de tragedias, al decir
del lugareño, de “mal agüero”.
Numerosas personas
se encomiendan a la Virgen de Luján antes de emprender
un viaje, por otra parte los campesinos realizan procesiones con
la Cruz de alguien que murió ahogado, para mojarla en algún
charco y es una ceremonia de invocación de la lluvia bien
hechora, que riega los sembrados. Aquí, las dos caras de
la fe; el Santo de la Iglesia y el canonizado por el pueblo. La
superstición y la profunda fe religiosa afloran en un instante
y al mismo tiempo en el espíritu del hombre del litoral.
Otro fenómeno
siempre vigente es la creencia en el renombrado por algunos, solicitados
por otros y temido por muchos “Payé”, amuleto
hecho con los más variados elementos y para los más
diversos fines, como por ejemplo; para ser exitosos en el amor
y en el trabajo, causar un “daño” o conjurar
el mismo. Y con el, surge otro personaje clásico de la
zona: la “payesera”, mezcla de curandera y “bruja”,
que según dicen posee poderes para hacer el “payé”.
¿Cómo explicar
científicamente estos fenómenos enraizados profundamente
en el alma y en la mente del pueblo?. Hombres “doctos”,
teólogos, sociólogos y psicólogos han tratado
el tema y enunciado innumerables teorías sin hallar coincidencias,
y menos aún conclusiones convincentes en lo estrictamente
científico. El hombre es un espíritu colmado de
misterios, que permanecerán en él como un rasgo
indiscutible de su identidad, derramándose como la miel
de un manal, discurriendo por siglos, como el agua del río
insondable e inmortal, como la leyenda misma.
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