LA
ERA DE LA CULTURA:
Vivimos
lo que se ha dado en llamar: la era de la cultura. Diversos y
diferentes, sin exclusión, los que conformamos la sociedad
mundial compartimos esta nueva etapa que ha emprendido la humanidad.
Ahora bien, ¿por qué el carácter de este
tiempo es definido como cultural? Para encontrar una respuesta
válida es necesario entender desde qué ángulo
se esta considerando a la cultura, desde qué punto de vista;
cómo ella determina las características de la época
y cómo éstas se manifiestan en los variados campos
del quehacer humano.
El debate sobre la problemática cultural
esta localizado en todos los espacios de la sociedad mundial,
como ya adelantáramos: se ha mundializado. Por ser nuestra
comunidad, la formoseña, parte de ésta mundialización,
nos toca intervenir en el planteo, el análisis y el debate
de esta importante e ineludible cuestión. Dicha intervención
abarca el conjunto de la sociedad local; estamos todos incluidos
y obligados a participar.
La cultura es un objeto de reflexión único
y diverso que enfrenta a quienes lo interrogan con la complejidad
de lo evidente. La cultura se pliega y se repliega en la cotidianeidad
de nuestras vidas, ocultándose en la mayoría de
los casos, por ser tan evidente. Lo de la cultura es aquella evidencia
que por estar permanentemente frente a los ojos termina volviéndose
invisible.
Esta condición, la de la "invisibilidad",
no elimina nuestra condición de sujetos socioculturales.
Nos constituimos en esa clase de sujetos porque nos realizamos
en sociedad y, a la vez, estamos colectivamente "sujetos"
a una determinada cultura, esa que nos otorga identidad y con
la que nos sentimos identificados, aunque muchas veces la invisibilidad
de lo evidente no nos permite vemos y reconocemos como lo que
auténticamente somos. Es en tomo a ella, la cultura, que,
en la necesidad de fijar sus alcances y límites, debemos
intentar resolver las cuestiones que inciden sobre sus muchas
interpretaciones y resonancias.
Tamaña búsqueda supone incursionar
en ignotos territorios del conocimiento, donde la mayoría
de las veces las ciencias sociales y humanas avanzan tumultuosamente,
dificultando los posibles ordenamientos disciplinares; porque
además, vale la pena aclararlo, los conceptos que estamos
tratando, abren una dimensión interdisciplinar que ponen
en contacto, tensión y conflicto a disciplinas como la
sociología y la historia, la lingüística, la
semiótica y la antropología; el psicoanálisis,
la psicología social y la filosofía.
Para las ciencias sociales y humanas, hablar
de la cultura es hablar siempre de una relación. La cultura
no es nunca estática, es dinámica y su significación,
como expresamos en el inicio del trabajo, evoluciona con el tiempo.
Por lo tanto, las ciencias sociales y humanas deben ser las primeras
en subrayar hasta qué punto la problemática de la
identidad cultural, tal como surge desde hace aproximadamente
veinte años, no tiene que ver con lo que había existido
antes.
Al respecto, conviene aclarar que el concepto
identidad se traslada al uso de las ciencias sociales en tiempos
muy recientes y frecuentemente como una categoría de sentido
común, cuya significación e implicancia todavía
están poco examinadas. ¿Por qué insistimos
acerca del concepto identidad? Porque siendo durante mucho tiempo
el obstáculo para la comunicación de los pueblos,
es hoy, por el contrario, su condición fundamental. Simplemente
porque en un universo abierto y sin referentes, la identidad pasa
a ser un jalón esencial. Esto es así tanto a escala
de los individuos como de los grupos, de las pequeñas localidades
como de los estados.
Según los filósofos y científicos
sociales, la democracia ha sido primeramente política y
después social. En el siglo XXI será cultural en
el sentido de que individuos y colectividades reconocerán
múltiples identidades culturales así como la obligación
de pensar las relaciones en base al respeto y garantías
de las mismas.
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Toda
esta cuestión, central, frente al desafío político
del futuro es saber bajo qué condición se construye
una identidad que emerja de lo propio y nos permita relacionamos
con los demás mediante la convivencia cultural. Sostienen
pensadores y científicos que tener un proyecto político
es aceptar hablar de las relaciones entre los otros y nosotros;
es reconocer la alteridad, confrontarse con ella y encontrar el
medio para construir una relación.
FORMOSA Y NUESTRA IDENTIDAD CULTURAL:
El carácter esquivo de la cultura que
hace difícil la comprensión de sus procesos, así
como su variable gravitación en la vida personal de cada
hombre, obligan a que cada época vuelva su mirada sobre
sus cuestiones fundamentales, tanto las que actúan sobre
el fenómeno en sí, como las que parecen emerger
de sus conexiones con otros aspectos de la realidad humana.
En ese sentido, los formoseños hemos resueltos
encarar nuestra propia cultura, la que nos otorga identidad, como
objeto de análisis y estudio y a incluir en nuestra reflexión
la dimensión de los fenómenos socioculturales que
nosotros mismos generamos.
Cuando hablamos de nuestra cultura nos estamos
refiriendo al rico patrimonio que poseemos, a la actividad total
del hombre formoseño sobre la naturaleza y sobre sí
mismo. Mencionar a este hombre es referimos al sujeto social que
actúa en esta dimensión de la patria y construye
la provincia unido a otros como él, con quienes comparte
anhelos, esfuerzo y realizaciones.
Aunque la cultura es el acto de hacer y crear,
este acontecer es algo histórico, algo que es también
resultado de una actividad cultural anterior.
Nuestras herencias culturales nos recuerdan que somos habitantes
de una provincia joven, gran parte de cuya población proviene
de corrientes migratorias, muchos con padres o abuelos nacidos
en otras tierras. No debemos olvidar, de igual manera, que numerosos
fórmesenos son descendientes directos de los pueblos originarios
del chaco central.
Cuando ya ha comenzado a rodar el nuevo siglo
los formoseños nos encontramos empeñados en reconocemos
como tales; en haber aceptado el desafío de construir en
el costado norte de la patria el país federal que nos merecemos
y constituir nuestro hogar de frente a un mundo tan cambiante
y complejo.
Indudablemente el actual momento histórico
que vive nuestra provincia nos incita y estimula a visualizar
de otra manera nuestro terruño y su gente. Debemos reconocemos
en nuestra identidad profunda y desde ella seguir construyendo
esta Formosa nuestra de todos los días. La condición
fundamental es partir de nuestra realidad. Debemos hacer de nuestras
vidas una escuela permanente de aprender, enseñar, imaginar,
crear y aunar esfuerzos. Hay un proyecto de provincia que está
en marcha. Un proyecto que nos habla de la consubstanciación
del hombre con su medio social, con su medio físico, su
historia u su compromiso con la condición humana. Es un
proyecto válido para una etapa histórica de renovación
e innovación.
Comprometamos entonces nuestra parte de esta
acción conjunta, tratando de impulsar con todas nuestras
fuerzas esta provincia sin igual, para "ganar" definitivamente
"nuestro orgullo de ser formoseños" y proclamarlo
a los cuatro vientos, en un mensaje de paz, trabajo y libertad.

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