Nuestra
comunidad territorial es algo más que una unidad geográfica,
ecológica y económica, es un área que se
caracteriza por su peculiar cultura donde cada uno de sus componentes
se relacionan y expresan de acuerdo a normas sociales convenidas.
Cada miembro intenta conservar los elementos que lo distinguen
para mantener su identidad e integridad como comunidad.
Uno de los aspectos que deseamos destacar que
distingue al formoseño es su profundo humanismo de la vida
donde el amor a Dios y los valores de la religión, el culto
a la familia, el respeto a los niños, los ancianos y la
valoración de la mujer, son elementos que lo caracterizan
y se reflejan en acciones y hechos, exaltando de esta manera los
valores morales y virtudes propias de nuestro pueblo.
Todos esos valores, conocimientos y la personalidad
de cada pueblo surgen de una acción sostenida de todos
por cultivar esa forma particular de ser, esa forma cultural.
El pueblo a lo largo de su historia cuida las virtudes de los
hombres y mujeres que la componen, preservando costumbres y valores
que hacen a su sentir y a sus ideales más preciados.
Las distintas procedencias de corrientes colonizadoras
que fueron ocupando espacios en nuestro territorio provincial
favorecieron el desarrollo de un patrimonio cultural amplio donde
la religiosidad es uno de los que se destaca, cubriendo la vida
individual y social, ese sentimiento religioso del pueblo formoseño,
no importando el lugar donde se encuentren, es un fiel culto profesado
y que según el lugar, toma las particularidades de cada
uno tanto en sus celebraciones como en sus ceremonias.
Si bien en su mayor parte en Formosa se profesa
la religión católica, esta tiene una gran y profundo
contenido que determinan comportamientos de sus habitantes: santos,
vírgenes, plegarias cristianas acompañadas por invocaciones
y ofrendas. Estas vivencias condicionan el ciclo vital del hombre,
quien desde su infancia toma contacto con celebraciones y rituales
que responden a un calendario religioso.
El tiempo de navidad tiene como manifestación
simbólica al Pesebre o Nacimiento de carandaí, elaborado
con flores de palmera del mismo nombre, el que se arma generalmente
el día 08 de diciembre en coincidencia con el día
de la Virgen Inmaculada Concepción, y donde el armado le
corresponde a los niños de la casa.
En ese armado debe intervenir toda la familia,
la que le va incorporando objetos con representación dentro
de la escenografía propia; es común ver, además
de las imágenes de la Santa Trinidad (María, José
y el Niño) a los Reyes Magos que avanzan día a día
dentro del pesebre para llegar al nacimiento el día 06
de enero, también se observan a los pastores con sus animalitos.
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La
figura del niño Jesús tiene su particularidad
dentro del pesebre, ya que es común ver que algunas familias
lo incorporan al pesebre el día 24 de diciembre a las 24,00
horas, en el momento de la Navidad, y donde además es visitado
por vecinos, amigos de la familia, quienes traen sus ofrendas
para el "niñito", además se ha observado
en muchos casos, el reemplazo de ese niño por otro más
grande el día 31 de diciembre, día de San Salvador
del Mundo, empezando una serie de festejos hasta el día
06 de enero con la Fiesta de San Baltasar.
En los nacimientos realizados con carandaí
(que perfuma el pesebre) es común apreciar la incorporación
de los "juguetes del niño" los que son obsequiados
por los niños de la casa y la comunidad, como asimismo
la incorporación de frutas de estación (sandia,
ananá, coco, melón, uvas, ciruelas) las que son
ofrecidas a las personas y/o visitantes del pesebre en la noche
buena y Navidad.
Siguiendo con las características de este
pesebre formoseño, en el armado del mismo se observa la
presencia del ángel, la estrella que guía a los
reyes magos, el cielo, el que en tiempos pasados era armado con
huevos pintados y/o forrados de papel brillante hoy ya reemplazado
por las comerciales bombitas de navidad, que daban todo una presentación
artística y creativa, y según la tradición
el mismo debe ser armado por (siete) años consecutivos
por la familia.
Tanta es la influencia que ejerce sobre el hombre esta celebración
que muchas veces se pierde la noción acerca de la finalización
del año y el inicio de otro.
Desde ámbitos oficiales se ha incentivado
el armado de los pesebres o nacimientos e insistir incorporarlos
como el símbolo de la Navidad; desde años anteriores
se observa el armado de un pesebre en el pedestal de la Cruz ubicada
en uno de los accesos a la ciudad, como una expresión de
cristiandad de un pueblo respetuoso de sus tradiciones y en la
permanente lucha contra modelos foráneos que pretenden
transplantarnos, no solamente pautas culturales ajenas a nosotros,
sino costumbres que no forman parte de nuestra manera de ser.
En nosotros está la decisión de
mantener el rico patrimonio cultural que hemos recibido y recrear
cuales son las pautas culturales que hoy por hoy condicen con
nuestra manera de ser y nos significan una sociedad de valores,
donde la Sagrada familia es unos de los modelos a seguir.
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