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Hagamos
un poco de historia. Durante la actuación de la generación
del 80, había que construir la nacionalidad a partir
de la educación y la consigna fue “educar al
ciudadano”.
Con el peronismo, no solo se abrieron los establecimientos
brindando posibilidades educativas a todos los sectores,
desde el contexto de la justicia social, sino, en virtud
de las prioridades – económicas, fundamentalmente-
se orientó la educación hacia la capacitación
laboral, “educar para el trabajo”, como objetivo
primordial. Fue el auge de las escuelas técnicas,
las llamadas de “arte y oficio”. Se buscaba
la optimización de la mano de obra. La especialización,
para ponerlo al servicio del proyecto de producción.
En 1973, se
hablaba de la “educación para la libertad”,
o por lo menos, era la intención de las autoridades,
de acuerdo a los planes curriculares de época. Si
tomamos en cuenta la efervescencia social, los problemas
económicos. El regreso al país del General
Juan domingo Perón. Las facciones en pugna. Además
lo que acontecía en el mundo, especialmente en Latinoamérica,
muy poco se habrá podido cumplir o implementar en
materia educativa. De cualquier manera, se iniciaba una
propuesta interesante de cuestionamiento que, en el futuro
hubiera dado frutos importantes para la educación
de nuestro pueblo, acostumbrado por años a constituirse
en factor pasivo del proceso enseñanza-aprendizaje.
En 1976, se
educaba “para el orden”, con fuertes visos de
autoritarismo, es decir, el proyecto y el sistema estaban
al servicio de la dictadura. Si la educación es una
forma de liberación del hombre, que podíamos
esperar de esos momentos tan aciagos para la república.
Restituido en 1983 el estado de derecho, la educación,
se pone al servicio de la democracia, así venimos
andando hasta nuestros días.
Ahora bien, desde
estas consideraciones, se impone definir el función
y el destino de la educación en tiempos globalizados
o “posmodernos”.
Si miramos desde la nación, lo esencial, establecer
un proyecto de nación y educar al pueblo para ese
proyecto, lo mismo vale para la Provincia. En éste
caso, resuelto el proyecto provincial, la educación
debe estar al servicio de la identidad, la democracia, la
libertad, el trabajo, la solidaridad, el crecimiento, la
productividad y, especialmente, la justicia social.
Con proyecto consensuado porqué no educar, no formar
al hombre para ese fin?. Educar desde la cultura, afirmándose
en la identidad, desarrollando la creatividad en solidaridad.
Hoy se hace imprescindible
reconocernos profundamente en nuestro ser, asumir la realidad
el compromiso solidario del aporte y establecer así
alternativas a la tendencia, cada vez más perjudicial
de la globalización salvaje.
Con las propuestas de cambios educativos, hemos perdido
tiempo y dinero. Se habló de “transformar”,
pero, en realidad, no se hizo el gran debate sobre los intereses
culturales nacionales, las realidades regionales, las necesidades
del pueblo, para transformar con acierto, no se cambió
la orientación. Concienciar para consolidar, la democracia,
la libertad, la solidaridad, el crecimiento, la productividad,
la creatividad, la integración y la justicia social.
Aún cuando hablar de
identidad, pareciera una utopía,
en el contexto de la globalización, como nunca tendríamos
que trabajar la identidad, para que esa integración
planetaria no constituya un elemento autoritario de imposición,
aculturación y avasallamiento. Jaime Barylko, sobre
el tema reflexionaba sabiamente: “La reforma educativa
debe originarse en el corazón de los hombres.
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Los hacedores de educación
son los maestros, los profesores. Es allí donde debe producirse
la reforma, los ejes ,son el docente y el niño, y es a ellos
a quienes hay que cuidar. El proceso educativo tiene que sincerarse.
El permisivismo, el abandono, el que los jóvenes se arreglaran
solos fue la gran fuga de medio siglo argentino que, culpable por
los desmanes que las fuerzas del terror le causaron bajo su más
piadoso y recatado silencio, brotaron como reivindicación
fácil. La sociedad debe plebiscitar qué educación
quiere para sus hijos.
Educar es conservar
las tradiciones para mejor transformarlas, aquello que nos separa
es también lo que nos une. Juntos hacemos la historia, ese
tiempo que nos conecta. Ello configura la cultura, el saber, el
pensar, las costumbres, los valores. Educar es conservar. El primer
instinto es el de conservación y perduración.
Estimo auspicioso profundizar
la alianza estratégica entre educación y la producción.
La educación debe ponerse al frente de la redefinición
del perfil productivo. La enseñanza debe contribuir a la
síntesis y la lógica de esa inquietud de cambio para
adaptarnos inmediatamente a la evolución. Durante el proceso
se debe integrar la capacitación y formación permanente
para garantizar éxitos en el nuevo tiempo.
Las escuelas –lo
está proclamando el gobierno provincial- “deben convertirse
en unidades de producción que funcionen como verdaderas unidades
económicas, transformándose en polos de desarrollo,
fuentes generadoras de empleos y de pequeñas y medianas empresas
en la región de influencia”. José Martí,
notable americanista, proclamaba, hace más de cien años,
la conveniencia de que la escuela estuviera vinculada al trabajo.
En cuanto a la problemática
cultural, el doctor Insfran, gobernador de Formosa,
expresaba el 1º de mayo de 2003, “La parálisis
cultural que padecemos actualmente no es, como vemos, fruto de nuestra
apatía y desinterés, sino que es promovida por el
imperio que sabe que, donde exista una cultura viva y actuante que,
mantiene en vivo sus caracteres originales, está presente
el verdadero enemigo. sabe que si logra colonizar la mente y el
espíritu del pueblo es decir su cultura, lo demás
le será dado por añadidura.
De lo contrario, nada
duradero puede proyectar y queda expuesto a la humillación
y a la derrota. De esto el siglo XX muestra varios y aleccionadores
ejemplos. La decadencia de la cultura nacional, sin personalidad
ni creatividad, debe ser vista como un problema de primer orden.
Resulta esencial recuperar la identidad, enraizarnos otra vez en
nuestra historia y nuestra tradición. Es vital motorizar
un profundo debate de ideas cuando advertimos la nueva ideología
que amenaza nuestra libertad, al pretender imponernos una suerte
de parálisis mental en lo interno y un resignado acatamiento
en el exterior”
Hoy tenemos la gran
oportunidad de establecer el inicio de un proceso educativo que
nos contenga a todos a través del Proyecto de la Ley General
de Educación que está en marcha y al que el pueblo
formoseño apoya unánimemente.
El gran desafío de la escuela,
en los tiempos pos modernos, será recuperar su lugar dentro
del proceso, recreando los valores esenciales de la identidad, que
nos otorgue alguna posibilidad en el acontecer “globalizado”.
En estas circunstancias, pareciera –por lo menor lo vemos
en la realidad- hay que aceptar todo sin cuestionamientos y en homenaje
a la dignidad, tendría que ser lo contrario no caer definitivamente
en la dependencia cultural. Si bajamos los brazos, ¿qué
será de nuestro pueblo y de nuestros hijos?, ¿cuál
será el legado?, ¿Como daremos cuenta de la tradición,
de la herencia que nos dejaron nuestros mayores?
La globalización
se instaló para quedarse. Manos a la obra, no cedamos valores,
ni nos donemos. Promover la defensa hará fortalecer su cohesión
y lazos solidarios, ayudando a resolver los problemas y necesidades
dignamente y a definir objetivos históricos comunes. La cultura
es conciencia de una identidad, de un proyecto de valores que se
desea preservar y desarrollar. La educaciones la herramienta mas
importante.
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